miércoles, 23 de mayo de 2018

El arte y su conexión con Dios


Don Carl Gustav Jung decía que el artista es el que más cerca y conectado está al Inconsciente colectivo, y, a través de este, al Si-mismo (el Dios de las religiones monoteístas). También Osho dice algo parecido; según él, el poeta está mas cerca de Dios (y la sabiduría) que el filósofo o el científico, que se quedan sólo en el nivel mental. El verdadero artista, a través de su arte, -aunque ni el mismo lo sepa- está accediendo al conocimiento guardado en el Inconsciente colectivo, y por eso es que sus obras pueden verdaderamente tocarnos el alma.


Como lo hace? Haciéndose a un lado, siendo "como una caña de bambú hueca a través de la cual Dios toca su melodía" como dice Osho. Entonces, en realidad, se trata de entrar en un estado de cuasi- inconsciencia, en el cual nos "corremos", siendo como poseídos por una "gracia divina" que actúa por sí misma. Eso debe haber hecho Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Miguel de Cervantes, Shakespeare, Mozart, Beethoven, Boticcelli, Rembrandt, Van Gogh, Picasso, Dali, Einstein, (los científicos también pueden hacer un "arte" de la ciencia), Gardel, Freud, Jung, Chaplin, Welles, Kurosawa, Fellini, Kubrick, Frank Sinatra, Freddy Mercury, Kasparov, Fangio, Senna. 


Si, porque la ciencia y el deporte también pueden ser vividos como un "arte", en realidad TODO puede ser vivido como un arte cuando se hace con totalidad, pasión, amor. Como ejemplos puse a escritores, pintores, cantantes, científicos, directores de cine, un ajedrecista y dos pilotos de Fórmula Uno. Y aunque estos dos parezcan los más "descolocados" en esta nota, quisiera justamente utilizarlos a ellos como ejemplo perfecto de la conexión con Dios (o el Universo, Tao, Si mismo, Vida o como quieran llamarle) a la que se puede llegar mediante un "arte", como puede ser el de la conducción a alta velocidad en este caso:





Por todos los apasionados del deporte motor es conocida la historia de Juan Manuel Fangio y la famosa "hazaña de Nurburgring", la cual se produjo en el año 1957 en el Gran Prix de Alemania, en el cual el quíntuple campeón argentino logró descontarle más de 50 segundos (que había perdido por una mala parada en boxes) en 10 vueltas a sus rivales directos, Mike Hawthorn y Peter Collins de Ferrari, ganándoles la carrera por 3 segundos y medio y consagrándose campeón del mundo por quinta vez. Al respecto de esa carrera Fangio declaró que las curvas que se tomaban en segunda velocidad, las hacía en tercera, las de tercera en cuarta, y así. Dijo que "nunca había pilotado tan rápido como ese día y nunca volvería a hacerlo". 

Podríamos decir: Ok, era un talentoso, pero sólo eso... Bueno, veamos un ejemplo más actual y con la declaración del mismo protagonista, que parece escrita por Jung en su descripción de esa "conexión" de la que hablamos:


El gran Ayrton Senna. Muchas son sus hazañas, pero una de las más notables fue la de la clasificación en el Gran Prix de Mónaco de 1988. En esa ocasión, logró cubrir el trazado del circuito monegazco 1,427 seg. más rápido que su compañero de equipo y principal rival del campeonato, el francés Alain Prost. En la Fórmula Uno, la diferencia normal entre primero y segundo en una clasificación promedio suele ser de 2 o 3 décimas, hasta 5 en algunas, pero un segundo y medio (y a otro piloto con el mismo auto!) es algo fuera de todo lo previsto. Pero lo que más llama la atención no es la enorme diferencia conseguida por el piloto paulista, sino, como dijimos, su posterior declaración, que parece haber sido escrita por el mismo Carl Gustav Jung:


"En Montecarlo me di cuenta de que ya no conducía conscientemente, estaba haciéndolo bajo una especie de "instinto", estaba en una dimensión nueva para mí, como en un túnel, estaba más allá de mi comprensión consciente. ...Tienes un límite, y tan pronto llegas a ese límite, algo pasa y de repente puedes ir más allá. Nunca volví a alcanzar ese estado otra vez".


No se pierdan escuchar esa tremenda experiencia, -propia de la saga Animatrix- de su propia voz:




ψ DC

miércoles, 2 de mayo de 2018

Entendiendo (y despertando en) el juego



1° Que es esta vida? 

2° Tiene sentido? Cuál es? 

3° Que hay mas allá? 

Diría que esas pueden ser las tres preguntas más básicas y existenciales que uno se puede hacerse durante su vida en este mundo.

El ser humano, en este momento de la historia, parece tener dos tipos de respuesta. La de la ciencia (positivista), y la de la espiritualidad (existencial).



Ciencia:

Es producto de la evolución de la materia. Puro azar, miles de millones de años de evolución dieron por resultado esto llamado "vida", en este rincón de esta Galaxia llamada Vía Láctea. Desconocemos si hay en otro lugar del Cosmos.

No, no lo tiene, o sí, la perpetuación de la misma vida en sí. Sin ningún particular.

No se sabe que hay más allá, se cree que nada.


Espiritualidad:


Es un juego en el que encarnamos, con el fin de aprender de las experiencias en este mundo físico.

Si, aprender de los acontecimientos a los que voluntariamente fuimos expuestos. Todo tipo de experiencias que, siempre, involucran a las emociones, para nuestra evolución espiritual o de consciencia.*

Más allá está el mundo espiritual, al cual volvemos una y otra vez luego de cada encarnación, y el cual consideramos nuestro verdadero hogar. Desde él todo lo vivido aquí, en la Tierra, es visto tan sólo como "experiencias" que debíamos atravesar para nuestra propia evolución, y todo el drama terrestre, el cual tan dramática y trágicamente tan a menudo vivimos, pierde su intensidad y es visto tan sólo como parte del juego al que, voluntariamente, accedimos jugar.


*Quizás podríamos agregar, en cuanto a este punto, que el sentido de la vida es el de "despertar" dentro de ella, es decir, no tener que esperar llegar al mundo espiritual, en donde es tan simple verlo, sino -al despertar- verlo aquí, descubrir la "ilusión" del juego acá mismo. Eso es convertirse en un Buda, eso es vivir este sueño llamado vida, despiertos.

ψ DC